domingo, 7 de octubre de 2007

1er minué para los días lluviosos (Cap 1)

Aún no me acostumbro a levantarme tan tarde... cuando el sol llega a entrar entre las cortinas y me da en la cara, es como si me pusieran una lámpara directamente a los ojos dejándome momentaneamente ciega... me molesta. Desde que todo este relajo empezó, mi madre ya no me levanta cada mañana con el acostumbrado tonito diciendo que se me haría tarde para la escuela. Sin embargo hoy no hay por que preocuparse por los retardos con la maestra amargada de cada mañana.
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El piso está frío, de nuevo he dormido con su foto entre las manos... detesto hacerlo por que es señal de que he llorado una noche antes. Cómo siempre la dejo sobre el reloj de mi buró, tomo la liga para el cabello y lo levanto en una coleta enmarañada. Me miro al espejo y pienso que cada día está mas largo y a lo mejor ya está un poco maltratado; después iré a recortarlo...
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Bajo las escaleras con pesadez... hay un nuevo mensaje en la contestadora... hija hoy de nuevo no llegaré a la casa.... complicado.... no sabemos................... tal vez mañana....................... si vienes.................... te quiero.............
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Desde que empezó todo este desmadre a veces siento hipócritas los mensajes de mi madre en la contestadora así como innecesarios. Recojo el periódico del suelo y me dirijo a la cocina... detesto el sonido del reloj así que prendo la tele para no verla, el sonido de la música de los comerciales me tranquiliza por un momento. La casa está vacía... a mi hermana la han mandado a casa de la tía solterona que de seguro pasará todo el día haciendo limpieza mientras le platica a la niña a cerca del por que nunca se casó.
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Por unos minutos me siento sumergida en un espacio tan pero tan grande, que de alguna forma me ahoga... necesito salir de aquí. Después de un refrescante baño y de la dificultad de encontrar un par de calcetines similares, el vestirme y arreglarme ha sido algo mucho más sencillo; inclusive me veo guapa. Me acerco al buró, tomo su foto le dedico una mirada de desprecio y reproche para de nuevo suavisar mi mirada en señal de perdón y dejarla guardada en el cajón de la mesa de noche.
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Tomo mis llaves con aquel pequeño animalito que alguna vez tuvo forma y salgo de la casa sin rumbo fijo. Camino varias calles hasta llegar a aquella plaza, algo en el aire me dice que entre y vaya hasta aquella banca, y casi como un hechizo lo hago. Acercarme a ella me provoca una revolvedera de tripas impresionante. Siento esa punzada a la altura de las sienes que me da cada vez que ese sentimiento me invade, últimamente se ha hecho más intenso con cada cosa que hago o que veo.
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Me siento por unos minutos, cierro los ojos y recargando la barbilla sobre mis manos, recuerdo la primera vez que te vi. Era un día muy caluroso y yo moría de sueño, estaba muy nerviosa y temí por un momento que te estuvieras aburriendo de ver como bostezaba... abrí los ojos a causa del tan fuerte latir de mi corazón que juré que las demás personas que estaban ahí podían escucharlo. Tomé mis cosas y casi corriendo salí de ese lugar.
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Salí de la plaza preguntandome con cierto desprecio el motivo de lo ocurrido, diciendome que era una estúpida por dejarme llevar por esos sentimientos de esa manera... caminé y caminé sin rumbo, pasando por calles conocidas hasta que decidí meterme a esa cafetería en la que tantas veces me refujié de del dolor tras una taza de café, cuando sus palabras llegaron a ser hirientes o cuando algo no iba bien. Por unos momentos en el cielo las nubes taparon el sol dando señales de que llovería. Pedí el café de siempre y me senté en aquel sillón mirando hacia la calle como antes. Di un gran suspiro y di un sorbo, aún duele la herida y no me resigno a la pérdida y poco a poco me fui perdiendo con el sonido de la lluvia en la calle.